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Poder absoluto, memento mori y nuestro nuevo amigo Epicteto.

  • Foto del escritor: Andrés Urbano
    Andrés Urbano
  • 6 oct 2019
  • 6 Min. de lectura

"Un hombre no debería tener miedo a la muerte, debería tener miedo a no empezar nunca a vivir." Marco Aurelio.


El emperador Marco Aurelio era, literalmente, el hombre más poderoso de la Tierra durante su vida. Comandaba un ejército, el mejor del mundo, temido en todos los confines de tres continentes distintos. Con solo una palabra de su boca podía conseguir prácticamente cualquier cosa que deseara.


Para nosotros, acostumbrados al sistema democrático y a la separación de poderes, nos resulta difícil imaginar cómo debe ser un poder tan absoluto. Es más, incluso hoy, donde nuestros gobernantes tienen su poder infinitamente más acotado de lo que Marco Aurelio lo tenía, caen sin remedio en la corrupción o el abuso. Se convierten en esclavos de la necesidad de acumular más riqueza y poder.


Pero Marco Aurelio era distinto. Era el emperador de Roma, y perfectamente consciente del hecho de que cualquier placer momentáneo estaba al alcance de su mano, sin ningún límite.


Al contrario que su hijo Cómodo, que le sucedería en la púrpura imperial, se mantuvo al margen de los placeres hedónicos, el abuso del alcohol y los sádicos espectáculos de los que su oveja negra gustaba de ver en el Coliseo.


¿Cómo sabemos que se resistió? ¿Cómo podemos conocer de su determinación de mantenerse firme en medio del inmenso poder que acumulaba? Por suerte nos legó sus memorias, que nunca tuvo intención de publicar y que él siempre usó como descargo del enorme peso que sostuvo sobre sus hombros, y que podemos encontrar con el nombre de Meditaciones.


El triángulo estoico de la felicidad. La Eudaimonia(bienestar) se alcanza asumiendo responsabilidad de tus actos, viviendo con Areté(Virtud) y centrándote en lo que puedes controlar.

Y esta obra suya, sus más íntimos pensamientos, se convertirían en la piedra angular de una escuela filosófica de más de dos mil años de antigüedad llamada estoicismo.


Como ya hemos expuesto de manera práctica en anteriores posts(léelo aquí), los estoicos observamos la vida y los acontecimientos que de ella se derivan desde dos categorías diferenciadas: los eventos que controlamos y los eventos que no controlamos.


El estocio Epicteto empieza su obra El Enchiridion con el fundamental axioma del estoicismo, que es nada más y nada menos que asumir que la mayoría de las cosas que pasan simplemente no dependen de nosotros.


Pensad en cosas exteriores a nosotros como nuestros amigos, compañeros de trabajo, familiares, la economía, el número de likes en Instagram, lo que dicen los políticos o el deterioro que sufren nuestros cuerpos con el paso del tiempo. Sí, podemos influir en estas cosas, pero incluso si lo hacemos todo bien, la economía puede colapsar de todas formas, nuestro dinero puede largarse, o nuestros seres queridos pueden decepcionarnos o morir.


Al final del día, no hay absolutamente nada que podamos hacer para evitar los infortunios que puedan ocasionalmente azotar nuestras vidas. Vale, vale, guau, vamos a echar un poco el freno, te has pasado tío. Tranquilos, esto puede sonar deprimente y pesimista, pero no os preocupéis, que también hay aspectos de nuestra vida que dependen de nosotros.


Si continuamos nuestra lectura de Epicteto donde la dejamos estos aspectos en los que podemos influir son: nuestras opiniones, nuestras propias acciones, en otras palabras, en la actitud que tenemos frente al mundo que nos rodea y que marca significativamente la manera de relacionarnos con él.


Nos comenta nuestro amigo Epicteto que deberíamos focalizarnos en las cosas que podemos controlar y despreciar o minimizar la importancia de aquellas que no podemos controlar.


Alguien que está severamente enfermo claramente no tiene control sobre su enfermedad. Afortunadamente tenemos la Medicina para paliar los síntomas o buscar tratamientos que permitan al paciente recuperarse, pero los resultados de estos tratamientos tampoco dependen de nosotros. Sin embargo, la persona enferma puede decidir qué actitud tomar frente a su desdichada situación, todo esto dicho pensando en todos los matices existentes y en qué sobreponerse a una enfermedad nunca es sencillo y que depende de recibir el tratamiento adecuado. Pero no se trata de curarse sólo por el hecho de pensar que uno quiere curarse. Ante un cáncer lo más efectivo es la quimioterapia. Tiene que ver con que la actitud que tenga el paciente hará más o menos llevadero su situación y la de sus seres queridos, independientemente de cuál sea el desenlace.


Según Epicteto, que de esto sabía más que yo, cuando la enfermedad es plenamente interiorizada y aceptada, y la posibilidad de morir también, el ser humano puede alcanzar cierto estado de paz mental, de tranquilidad consigo mismo en medio de la calamidad. Sobra decir que esto no es consejo médico, para eso acudid a los profesionales, esto es Filosofía.


También, una mente calmada y serena puede actuar de forma lógica y racional, lo que, probablemente, hará la vida de esa persona mejor y, si bien podrá o no ayudar a su recuperación, al menos la hará pacífica y llevadera. Esta forma de enfocar los problemas de la vida, impregna de dignidad y gravedad (la famosa gravitas romana) la existencia del ser humano, lo que en palabras de Epicteto definía como “vivir y morir como un dios”.


La Ética estoica está formada por diferentes valores. En todo el tiempo que llevo investigando y profundizando en el tema no he encontrado una fórmula mágica al estilo de los Diez Mandamientos o el Noble Óctuple Sendero de los budistas, pero sí he descubierto que el estoicismo apunta a vivir la vida de acuerdo con la Naturaleza. La Naturaleza referida a un Todo, al Universo y a nuestro rol como seres vivos dentro de ese Universo.


Y ese rol nos coloca en una posición inmejorable para actuar utilizando nuestro potencial innato en beneficio de toda la Humanidad. Por eso Epicteto nos recuerda que no debemos actuar en contra del curso natural de las cosas, sino aceptarlas como algo inherente a nuestra vida, con dignidad y aplomo.


Al contrario de lo que podáis pensar o alguna gente piensa, los estoicos no son seres humanos sin emociones ni sentimientos. Simplemente ven la emoción o el sentimiento como algo humano que hay que sentir y disfrutar, utilizando la Razón para evitar que dicha emoción nos domine por completo. Es como el mito del carro alado, se trata de utilizar el caballo, de mantener sujetas las riendas y guiarlo, no de dejar que vaya donde quiera porque entonces su fuerza es inútil.


Esta forma de aproximarse a las emociones es bastante terapéutica no solo porque nos hace ser más conscientes de lo que sentimos y nos permite analizar por qué lo sentimos, sino porque también nos permite ver las emociones con la sensación de que son como olas que avanzan y retroceden. De esta manera nunca te sobrepasan, porque las ves desde fuera, eres consciente de su movimiento y de que vienen y van.


Los estoicos se centran en una serie de ejercicios para alcanzar la paz interior como la praemeditatio malorum, o la técnica de visualización negativa. Marco Aurelio, cuando era emperador, tenía que ver todos los días a toda clase de personas con las que no siempre era agradable lidiar. Empezando el día con esta visualización negativa, se preparaba mentalmente para estas confrontaciones. Se decía a sí mismo, “hoy tendré que encontrarme con interferencias en mi trabajo, ingratitud, insolencia, deslealtad y egoísmo, todo ello por la ignorancia de la gente de lo que es bueno o malo.” De esta manera, relativizaba lo que le ocurría, empequeñecía lo que sentía hacia la gente con la que debía tratar y podía centrarse en gobernar un imperio. Como él mismo decía en relación con esta idea hay que juzgarse a uno mismo con dureza y a los demás con bondad, la gente no es mala, sólo es ignorante de la poderosa verdad que es piedra angular del mensaje estoico, que no es otra que la vida es sólo un camino en búsqueda de la Virtud y de lo Bueno.


Otro ejercicio estoico es recordarse a uno mismo que la vida es pasajera, lo que en latín es memento mori, recuerda que vas a morir, así que no pierdas el tiempo en trivialidades, céntrate en lo importante y lo que te hace crecer, y esto lo añado yo de mi cosecha, tampoco te tomes la vida demasiado enserio como para que te evite disfrutar en su medida de todo aquello que vivir te regala.


El último ejercicio que vamos a ver es lo que se llama vista de pájaro, que consiste en vernos desde un punto de vista cósmico, desde el espacio, para ser conscientes de lo pequeños que somos y lo poco importantes en comparación con la inmensidad del Universo, lo que nos permite observar lo que nos pasa tomando un punto de vista mucho más lejano, y, por lo tanto, también más alejado de las emociones que pueden arrastrarnos en la vorágine del día a día.


La indiferencia, no entendida de un modo pasota ni mucho menos, sino desde un dejar de preocuparse y comenzar a ocuparse, es un superpoder, y los estoicos lo pusieron a su servicio.


La vida es corta y por eso es importante centrar nuestra energía las cosas que realmente importan, y dejar las que no son importantes simplemente existir.


Especialmente hoy en día, el estoicismo puede ser un valioso instrumento para servirnos de guía, para no flotar a la deriva en un mar de estímulos y distracciones.


Hacía falta un poco de teoría, y en los próximos posts seguiremos ahondando en estos ejercicios y en la aplicación práctica del estoicismo. Hasta entonces, os deseo un buen camino hacia la Vida Buena.

 
 
 

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